RESUMEN EJECUTIVO
En el presente artículo se evalúa el comportamiento de las energías renovables en el país, mediante el análisis de indicadores macro, y se consulta la opinión de expertos para comprender la situación presente y proyectar el desarrollo de las renovables en el corto, mediano y largo plazo.
El año 2019 rompió todos los récords en términos de energía renovable en Argentina. Todos los indicadores apuntan hacia un crecimiento exponencial y explosivo del mercado de las renovables. Sin embargo, la coyuntura del país ralentizó este crecimiento en los últimos meses. En particular, preocupa lo que va a pasar con los proyectos hoy demorados por la situación económico-financiera, la estabilidad de la política energética en términos de renovables/hidrocarburos y el impacto inmediato de un congelamiento de tarifas.
Si bien se observa que el futuro inmediato es más incierto, hay consenso de que en el mediano y largo plazo las energías renovables tienen un futuro promisorio, de un crecimiento inevitable.
2019 en números renovables
Para las energías renovables, 2019 fue un año agridulce.
Por un lado, fue un año de un crecimiento innegable: en términos de potencia instalada, se instalaron 858 megavatios (MW) de potencia eólica, duplicando la capacidad instalada hasta 2018, y manteniendo un crecimiento exponencial desde 2017, cuando se instalaron 40 MW, y 2018, cuando se instalaron 225 MW. La energía solar fotovoltaica también vio duplicada su potencia total durante 2019: se instalaron 249 MW, pasando de 191 MW a 439 MW de potencia instalada.

SADI: Sistema Argentino de Interconexión
Combinadas, hoy hay 2590 MW de potencia renovable. Las renovables agregaron más de 1830 MW de potencia durante los últimos dos años, más que todas las convencionales sumadas (1686 MW). Considerando los últimos 4 años, se agregó más potencia renovable que potencia en ciclos combinados. La potencia instalada renovable superó a la nuclear en abril de 2019. En términos de energía generada, en octubre de 2019 ya se generó más energía renovable que nuclear: la integración renovable ronda el 8% desde septiembre, mientras que la nuclear aporta un 7,1% de la energía eléctrica del país, promedio, desde mayo.
En resumen, 2019 fue el año en que las renovables dejaron de ser “alternativas” y pasaron a ganarse un lugar en “la mesa de los grandes” de las energías convencionales. Cabe perfectamente preguntarse qué significa que una energía sea convencional o alternativa en este contexto.

Las proyecciones técnicas oficiales de CAMMESA -la Compañía Administradora del Mercado Mayorista Eléctrico- también hablan de crecimientos en el corto plazo. Oficialmente, CAMMESA espera que durante los próximos meses ingresen en operación 74 proyectos renovables, por una potencia total de 1942 MW; esto, sin contar los proyectos de RenovAr 3, que en el momento del relevamiento no habían firmado contrato. De cumplirse estas proyecciones, en 2020 se duplicaría nuevamente la potencia instalada en 2019, manteniendo el crecimiento exponencial observado en los últimos 3 años.
Como correlato a este aumento en la cantidad de centrales y parques de energía renovable, se observó una disminución en los precios de los contratos adjudicados. Los precios ponderados de la licitación RenovAr Ronda 1 (2016) fueron de 61,33 USD/Megavatio-hora (MWh); los mismos bajaron a 51,48 USD/MWh en la Ronda 2 (2017).
En la ronda 3 (MiniRen, por tratarse de proyectos de hasta 10 MW, a diferencia de las rondas 1 y 2, con proyectos de hasta 100 MW) los precios subieron en términos nominales. Sin embargo, considerando que los proyectos adjudicados no tienen beneficios por los factores de “ajuste” e “incentivo” por entrada temprana (que suben la remuneración total en aproximadamente un 20%), y que se trató de proyectos más chicos, este aumento fue leve. De hecho, en los proyectos de biogas, biomasa e hidroeléctricos, donde las potencias ya eran bajas (por lo que no impacta tanto el efecto Mini), los precios mantuvieron la tendencia a la baja.
Con un costo medio de la energía en el mercado mayorista que ronda los 70 a 75 USD/MWh, el precio de las renovables no sólo es competitivo con la convencional: en efecto baja el costo total de la energía en Argentina.
El de la energía convencional vs. la energía alternativa no fue el único paradigma que se rompió durante 2019; también lo hizo el de la centralidad de la generación. El módulo fotovoltaico –silencioso, sencillo, sin mantenimiento y relativamente barato- incluyó el concepto de modularidad en la generación eléctrica; el mismo equipo que genera energía en las grandes centrales, permite también generarla en instalaciones pequeñas, distribuidas. Combinadas estas mejoras tecnológicas, la disminución de los precios y la legislación adecuada, en 2019 se vio el despegue de la generación distribuida a nivel nacional.
Desde abril, cuando se aprobó el procedimiento de conexión de usuario-generador, se conectaron a la red 67 usuarios por 851 kilovatios (kW) de potencia total. Otros 280 usuarios tienen la “reserva de potencia” aprobada, por una potencia total de 3221 kW en espera. En las nuevas viviendas del Barrio 31 hay otros 1200 kW de potencia, que se conectarán para proveer de energía a los espacios comunes de las nuevas viviendas. Si todas esas instalaciones se concretan, la generación distribuida representará pronto más de 5 MW de potencia fotovoltaica: la potencia de 5 centrales “grandes” como el Parque Solar Fotovoltaico San Lorenzo (Santa Fe), o PSF Terrazas del Portezuelo (San Luis). Otras 450 solicitudes fueron enviadas y aún no reciben aprobación; es muy posible proyectar por lo menos 10 MW de potencia distribuida instalada para fines de 2020. La generación distribuida muestra, entonces, el mismo crecimiento exponencial que las altas potencias, pero a una escala obviamente menor, por tratarse de potencias de menor porte.

Los números fríos permiten comparar a las renovables con la generación térmica en términos de potencia, energía y costos, pero hay otros aspectos en los que se destaca a las renovables, además de por su crecimiento explosivo. En particular, la energía renovable es la generación más federal, mientras que la generación convencional se observa mucho más concentrada geográficamente, acentuando ciclos de distribución asimétrica de la riqueza, tanto económica como energética.
Así, mientras que la región de Litoral-Buenos Aires concentra el 67% de la potencia térmica y el 63% de la potencia nuclear, no hay una sola región que concentre más del 35% de la potencia renovable. En la Patagonia, donde se haya un tercio de las centrales renovables, sólo se encuentra el 5% de la potencia total, por lo que la energía renovable ayuda a distribuir geográficamente las fuentes de energía. Además, su aplicación de manera distribuida permite una distribución también en lo social, como ejemplifican los programas del Proyecto de Energías Renovables en Mercados Rurales (PERMER) y de nuevas viviendas en el Barrio 31.
Esta distribución geográfica de la energía tiene su correlato directo en la creación de puestos de trabajo. Casi 8.800 personas trabajan hoy en la construcción y en la operación de los parques de energía renovable; se estima que, de concretarse todos los proyectos del Programa de abastecimiento de energía eléctrica a partir de fuentes renovables (RenovAr) rondas 1 y 2 y los proyectos del Mercado a Término de Energía Eléctrica de Fuente Renovable (MATER), se generarán casi 17.500 puestos de trabajo entre construcción, operación y mantenimiento. Nuevamente, estos puestos de trabajo están distribuidos de manera federal, favoreciendo a las regiones más postergadas en otros aspectos.

La generación de puestos de trabajo no se limita a los puestos directos en construcción, operación y mantenimiento en las centrales. En Argentina, este crecimiento de la potencia instalada permitió la creación de una incipiente industria de renovables (principalmente eólica), que da trabajo a aproximadamente 1600 personas de manera directa, y a más de 3500 de manera indirecta.
Ya se instalaron siete fábricas de aerogeneradores y torres eólicas. Destacan las instalaciones de las empresas internacionales Vestas y Nordex Axiona, asociadas con actores locales (Newsan -en su planta en Campana- y FADEA -la ex fábrica de aviones cordobesa- respectivamente); la empresa metalúrgica Calviño que, asociada al grupo internacional GRI, fabrica torres eólicas y hoy es uno de los proveedores líderes del mercado local; y Acindar, con una división dedicada a la fabricación de láminas para columnas hormigonadas. Dos fábricas de trackers y estructuras para módulos fotovoltaicos, y una fábrica de módulos instalada en San Luis, completan el cuadro de la industria local de las renovables con la parte solar. Como resultado de la instalación de estos proveedores locales en la segunda ronda de RenovAr, la integración nacional fue superior al 30%, cuando en la primera fue de aproximadamente 10%.
La situación actual y el futuro inmediato
Se pueden buscar muchas comparaciones y observaciones respecto de la tendencia en potencia instalada y la generación renovable, y –mirando el 2019- todas indicarían lo mismo: las renovables están creciendo de manera explosiva, y su avance en la matriz energética argentina es imparable.
Las proyecciones que hacen los expertos, funcionarios y empresarios en el tema, sin embargo, son variadas. El ánimo ya no es el de crecimiento y expansión, como lo fue hace dos o tres años. Hay consenso en que no habrá en el corto plazo espacio para más licitaciones del tipo de RenovAr, y algunas dudas respecto de si se alcanzarán los objetivos planteados por la ley: llegar a un 20% de integración renovable para 2025. Aunque se aprecia una cierta cautela general, hay visiones muy diferentes entre los más pesimistas y los más optimistas, sobre todo para el presente año.
Para empezar, la situación energética es muy diferente de la de hace tres años. Mientras que las licitaciones de RenovAr se realizaron en un contexto en el que se necesitaba ampliar el parque de generación y se importaban combustibles, hoy esto ya no es así. Debido a la instalación de nueva potencia y a una leve retracción de la demanda, hoy existe un excedente de potencia eléctrica. La disminución de la demanda combinada con un aumento de la producción de gas no convencional produjo una disminución del consumo de diésel para generación: en 2019 se consumió 6 veces menos gasoil para generación eléctrica que en 2016. La situación financiera también cambió, y la falta de dólares, la limitación a los mercados de crédito y el cepo cambiario complejizan la situación.
“Hoy la industria está bastante parada”, dice Santiago Lagos, experto en energías renovables. Lagos cuenta que su empresa tiene un proyecto de energía solar en el mercado entre privados (MATER) y que están avanzando en su financiamiento para la construcción. “En 2019 todavía el mercado avanzó porque había inercia con los proyectos que ya habían conseguido financiamiento; desde mitad de 2018 casi no se confirmaron inversiones nuevas de jugadores nuevos – aunque sí hubo algunas de jugadores establecidos, como las de Pampa o Central Puerto. En general, los que no empezaron antes de 2019, no empezaron”.
Al consultarle a Lagos por los 14 proyectos de RenovAr 2 que no avanzaron en la construcción, comenta que “es difícil ejecutar garantías de manera generalizada, porque las aseguradoras deberían cubrir montos demasiado altos; el impacto no sería sólo en la industria renovable, sino que impactaría en toda la cadena de la industria de seguros”. Piensa que podría armarse una promoción para dar de baja los proyectos con una penalidad menor, pero al mismo tiempo sincerar qué proyectos no se van a construir “para así liberar las líneas eléctricas”. Entiende que la respuesta actual del mercado es de cautela, y que en parte responde a sensaciones que no fueron confirmadas, como el cepo que no aplicaría a las deudas contraídas para estas inversiones, y las importaciones no se estarían parando… pero la industria, por las dudas, espera a ver qué pasa, antes de avanzar.
Diego Werner, director técnico de Ayres Renewables y docente de Energía Eólica en la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), es más optimista, aunque entiende que el mercado de las renovables pasó muy rápidamente a ser un mercado maduro, por lo que espera que el crecimiento de los próximos años sea más lento que en los últimos. “A los proyectos muy grandes, del tipo de las licitaciones RenovAr, es probable que les lleve algunos meses hasta que se calmen las aguas en el país, para encontrar el financiamiento adecuado… pero a partir de marzo seguramente repunte el mercado de potencias medias y bajas”. Observa que el cambio de contexto económico y energético implica un cambio en la dirección del mercado; “hoy Argentina tiene excedente de energía y falta de dólares; habrá que ver en qué momento del país volveremos a tener un nivel de actividad tal que la disponibilidad energética esté colmada, y sea requisito volver a ampliar la potencia de renovables”. Con una visión más de mediano plazo, está pensando en el después de 2021; “cuando reactiven las PyMES y aumente la demanda, cuando nos estemos por volver a quedar sin energía, habrá más mercado. Las próximas licitaciones de renovables como RenovAr 4 deberían venir un poco antes de que se necesite esa energía”.
Respecto de las últimas licitaciones, Werner opina que la licitación de RenovAr 3 fue exitosa, y aunque todavía hay pocos proyectos que firmaron contrato, ve con buenos ojos algunas señales de esta última ronda: observa que los contratos se están firmando, que aparecieron jugadores chicos y nuevos, y que los precios fueron razonables dando una rentabilidad buena. “No aparecieron los monstruos grandes”, dijo, defendiendo una política que busca no concentrar los proyectos en pocas manos. Los proyectos chicos, de menos de 10 MW, “se pueden financiar localmente, y por lo tanto van a despegar antes que los proyectos RenovAr 2 que están parados”. Además, recuerda que estos proyectos de potencias medias no compiten por la capacidad de las redes, reemplazan generación diésel local, mejoran la estabilidad de las líneas, y que hoy hay muchos pidiendo que la capacidad de los proyectos que no se construyen se vuelva a poner a disposición. “Creo que se debería seguir con proyectos tipo RenovAr 3, de potencias medias”, dice, y propone “un esquema de ventanilla abierta, no de licitación, con precios de entrada pre-acordados por tecnología”.
Respecto de los proyectos demorados, Werner aclara que “hay proyectos de RenovAr 2 que tenían falencias técnicas que, una vez adjudicados, tuvieron que empezar nuevamente… eso lleva claramente a demoras en su desarrollo, y no llegan a buen puerto. Como en todos los mercados hay siempre especuladores, pero los proyectos buenos, a la larga, consiguen financiamiento a pesar de la situación financiera. Tiene mucho que ver con el sponsor y con la calidad del proyecto”.
En línea con Werner, Marcelo Álvarez, ex-presidente de la Cámara Argentina de Energías Renovables y secretario del Global Solar Council, propone “separar la paja del trigo y analizar proyecto por proyecto” para distinguir a los constructores serios demorados por una coyuntura político-económica, de aquellos especuladores con proyectos que de todas maneras no se iban a realizar. Rescata la importancia de dar de baja los proyectos que resultan inviables en la práctica, para así liberar la capacidad de transporte eléctrico que hoy tienen reservados esos proyectos y cederla a otros más viables. Propone un esquema “tipo FONINVEMEM” (el Fondo para Inversiones Necesarias que Permitan Incrementar la Oferta de Energía Eléctrica en el Mercado Eléctrico Mayorista) en el cual, -a pesar de lo mala que sería esa situación- las garantías ejecutadas vuelvan a los desarrolladores como participación en proyectos construidos por el Estado que, con menor tarifa, resulten menos rentables pero mantengan el impulso en el mercado renovable. “Sería un mal menor”, aclara.
Álvarez es optimista en el mediano y largo plazo; “las renovables ya son imparables, por lo construido localmente y por el impulso internacional en la lucha contra el cambio climático”. Piensa en un futuro en el que el comercio internacional se vea afectado por la huella de carbono de cada producto, íntimamente relacionada con la integración de renovables en la matriz de generación. “La huella de carbono va a ser la aftosa del siglo XXI”, dice, ilustrando el impacto que podría tener un aumento de la generación con gas en la capacidad de exportar en un mundo preocupado por bajar emisiones.
Cuando se le pregunta por el plazo en el que ve este crecimiento inevitable de las renovables, indica que “para el año 2024 o 2025 deberían volver a crecer al ritmo de 2018 y 2019”. Mientras tanto, se preocupa por los puestos de trabajo ya generados y los cuadros ya formados en Argentina; espera que no se pierdan estos cuadros técnicos y recomienda “mirar al mercado grande de América Latina, para poder seguir trabajando desde Argentina en mercados que absorban esta capacidad”.
Juan Carlos Villalonga, ex-diputado nacional y principal impulsor de la Ley de Generación Distribuida, comparte con Marcelo Álvarez esta preocupación por los puestos de trabajo y comparte la visión de largo plazo: “las renovables son inevitables, porque el mundo va a exigir acciones fuertes contra el cambio climático a medida que se observen sus impactos y se vaya agotando el carbon budget mundial”. Sin embargo, con un enfoque más concentrado en la coyuntura política, teme que en los próximos años se pierda lo realizado en los últimos tres.
Villalonga ve, en algunas señales políticas, una inclinación marcada hacia la explotación de hidrocarburos no convencionales que, en un contexto de limitación de fondos para invertir, llevaría a dejar de lado a las renovables. Y también las ve en declaraciones fuertes como el documento “Evaluación de la gestión energética de Cambiemos”, publicado por el PJ (en el que se habla de “actores pre-existentes”, “club de amigos presidencial”, “ninguneo a la industria nacional”, “impactos económicos negativos de los contratos MATER” y de energía “no sostenible desde el punto de vista técnico ya que se trata de fuentes intermitentes”), un intento por desprestigiar a la industria en su totalidad. “Se busca crear un escenario de ‘tierra arrasada’, para poder después desandar el camino recorrido sin repercusiones políticas”.
Maximiliano Morrone, ex-Director Nacional de Promoción de Energías Renovables, es otro actor político clave en el desarrollo de la energía distribuida en el país, y no comparte esta visión. Ve, sí, una ralentización de los proyectos de gran porte, producto de una situación energética y económica diferente, una afectación momentánea por aspectos administrativos, y el impacto del cepo y el congelamiento tarifario en los más pequeños, pero confía en que se mantenga el rumbo general de la política de renovables. “La mayoría de los cuadros que estaban en la subsecretaría siguen ahí; hay algunos aspectos que están detenidos por la dinámica propia del cambio de gestión, pero que se van a volver a poner en marcha a medida que se vaya confirmando el organigrama”, opina, hablando de la aprobación de proyectos de generación distribuida, certificados fiscales, etc., para los que se necesita “poder de firma”. También habla de “buena predisposición” por parte de Andrea Polizzoto Bacur, la nueva Directora Nacional de Generación Hidroeléctrica y Energías Renovables, y de voluntad de mantener los actuales mecanismos de promoción.
Morrone dice, sí, que un congelamiento tarifario podría cambiar el foco de ciertos proyectos, pero que no detendría al flamante mercado de generación distribuida; “como toda nueva tecnología aparecen los primeros adoptadores, quienes tienen un interés que va más allá de lo racionalmente económico y ven otros motivos para instalar sistemas de autogeneración. Aunque desde lo económico no sea tan buen negocio con la coyuntura actual, están los que buscan tecnología o bien diferenciarse, y también aquellos que se preocupan por el impacto ambiental que generan”. Recuerda también que en ciertas provincias -como Córdoba y Mendoza- hay nuevos proyectos de generación distribuida debido en parte a la política provincial del impulso de la tecnología, sumado a la particularidad de que las tarifas ahí siguen siendo mayores que en Buenos Aires, permitiendo mayores retornos. Espera que en los próximos meses la provincia de Buenos Aires adhiera a la ley de generación distribuida, y se ilusiona con los proyectos que se puedan instalar ahí. Recuerda que, aunque las tarifas puedan mantenerse por los 180 días anunciados, o aún extenderse, “a la larga tienen que volver a subir” por la lógica del costo real de la energía, haciendo aún más rentables estas instalaciones. “El futuro es promisorio para una industria que tendrá un rol clave en el desarrollo energético de Argentina”.
En conclusión, parece haber acuerdo en una situación compleja en lo inmediato, pero optimismo en el mediano y largo plazo. Aunque no hay un acuerdo de cuánto tiempo durará este impasse, con opiniones que van desde las semanas hasta los años, la sensación es que, a largo plazo, las renovables seguirán creciendo.
Las renovables no sólo son lo correcto desde lo ambiental. No sólo son rentables desde lo económico, y una fuente de trabajo y desarrollo local. No sólo son convenientes desde el punto de vista de la planificación a largo plazo de la matriz energética. No sólo son una tendencia actual. Las energías renovables son inevitables.