Por Judit Alonso
A más de diez años de la COP realizada en Lima, la cumbre sobre cambio climático de Naciones Unidas vuelve a celebrarse en Sudamérica. Por un principio de igualdad, los diferentes continentes se turnan para ser anfitriones del evento. La edición de 2019 debía realizarse en Chile, pero el estallido social de las semanas previas obligó a trasladar la sede a Madrid.
Sin embargo, Chile tampoco era el anfitrión original de aquella edición: Brasil iba a acoger la cumbre, pero, tras el triunfo electoral de Jair Bolsonaro, la iniciativa impulsada por el anterior presidente, Lula da Silva, fue cancelada.
En 2023, da Silva inició un nuevo mandato y retomó las gestiones para llevar la COP30 a Brasil.
“Celebrar la COP30 en un país como Brasil, que alberga el 60% de una de las selvas tropicales más grandes del mundo, es fundamental para concienciar sobre la importancia de esta región en la mitigación del cambio climático a escala global”, señala Ane Alencar, directora de Investigación del Instituto de Investigación Ambiental de la Amazonía (IPAM), en diálogo con DW.
Para Camila Mercure, coordinadora de política climática de FARN, “debería ser una COP para que la región pueda poner sobre la mesa sus distintas demandas“.