El concepto de economía ecológica, que propone reconocer la interdependencia entre los sistemas naturales y humanos, reconociendo un valor intrínseco en la naturaleza que no puede ser completamente valorado en términos monetarios, reconfigura nuestra comprensión del desarrollo, estableciendo límites éticos y biofísicos para el crecimiento económico.
En este trabajo, se profundiza en el concepto de deuda ecológica, propuesto durante la década de 1980 por diversos movimientos y organizaciones socioambientales latinoamericanos. El análisis abarca tanto su inserción en el marco teórico de la economía ecológica como así también la centralidad de la noción de daño ambiental para su determinación. Además, se realiza un breve abordaje de la mirada hegemónica sobre la deuda ecológica desde la economía ambiental y su impacto en la agenda internacional, proporcionando evidencia sobre el creciente consenso acerca de la existencia de deudas/acreencias ecológicas en materia climática.
Este novedoso reconocimiento ha derivado en el diseño e implementación de incipientes iniciativas por parte de los organismos internacionales de crédito, que constituyen una ventana abierta a la discusión pública al respecto, previamente inexistente.
La mirada contrahegemónica sobre la deuda ecológica y el caso de la Argentina
Si bien la deuda ecológica constituye un concepto teórico y político orientado a discutir las relaciones ecológicas asimétricas entre los países, esta noción resulta empíricamente estimable y, por lo tanto, cuantificable dentro del sistema teórico de la economía ecológica. Por eso, en este trabajo, escrito por Karina Forcinito, Guillermo Peinado y Pablo Varela, se exploran los límites y las fortalezas de los indicadores biofísicos como herramientas para la estimación de la deuda ecológica, recapitulando distintas investigaciones que dan cuenta del estado de la cuestión.
También se exploran algunos criterios metodológicos que podrían utilizarse para estimar la acreencia climática de la Argentina, y la derivada del intercambio ecológicamente desigual con el resto del mundo a partir de investigaciones previamente publicadas. A nivel nacional, la deuda emergente de la destrucción o el daño irreversible a los ecosistemas impulsado por el patrón crecientemente extractivista de producción y consumo está pendiente de cuantificación.
Sin embargo, es posible describir algunos indicadores de deterioro del patrimonio natural de la Argentina en los últimos años que, si bien no pueden ser adjudicados exclusivamente a la acreencia ecológica con los países del Norte Global, constituyen una evidencia insoslayable del daño ambiental asociado al rol que nuestro país cumple en la división internacional del trabajo. Esta dimensión debe ser considerada en las negociaciones futuras en relación con la deuda/acreencia ecológica, del mismo modo que para el resto de los países de la región.
Entre estos indicadores se encuentra el de pérdida de bosques nativos. En la Argentina, solo el 10% de la superficie está conformada por bosques nativos. De acuerdo a datos de 2022, esta superficie ya era un 13% menor que la de 1998.
Otros indicadores son el de la pérdida de los humedales, la degradación de los suelos y el de biodiversidad, que profundiza sobre las especies en extinción. En la Argentina, los mamíferos representan el grupo con mayor porcentaje de especies amenazadas. De las 395 especies que habitan el suelo argentino, casi la cuarta parte (24,8%) fue clasificada en alguna categoría de amenaza, entre las que se encuentran: pérdida, degradación y la fragmentación del hábitat, atropellamientos en rutas, la caza y el tráfico, la presencia de perros asilvestrados, incendios, interacción con especies exóticas invasoras, reducción de presas, enfermedades y la pesca incidental de especies marinas.
El reconocimiento de la existencia de acreencia/deuda ecológica, así como de cualquier dimensión relevante de la política de prevención, recomposición, mitigación y adaptación a las transformaciones ecosociales en curso, requiere desarrollar e institucionalizar un sistema de cuentas ambientales de carácter biofísico. Este sistema debe estar orientado a contabilizar el flujo y los stocks de materiales y energía utilizados por las actividades económicas, que deben subordinarse a los límites planetarios, tal como sostiene la economía ecológica.
Esta herramienta resulta fundamental para democratizar la información pública ambiental, visibilizar los daños ecológicos, promover los procesos de participación ciudadana efectiva en las decisiones ambientales, así como para minimizar la generación futura de deuda ecológica, saldar la vigente y alcanzar con ello un horizonte de mayor justicia socioambiental.