El golfo San Matías, ubicado en la provincia de Río Negro, es un territorio costero que cuenta con una gran riqueza de flora y fauna. Es un atractivo polo turístico, de desarrollo de actividades tradicionales de pesca y marisquería, donde se encuentran cinco áreas naturales protegidas —entre ellas, Península Valdéz, declarada Patrimonio Mundial Natural por la UNESCO.
Este documento analiza el proceso de incorporación de este golfo a la ruta de la extracción energética del país a partir del impulso de una serie de proyectos de infraestructura fósil: el Oleoducto Vaca Muerta Sur y la operación mediante buques de licuefacción de gas natural anclados cerca de la costa.
Cronología de la construcción del golfo San Matías como zona de sacrificio fósil
En 2022 se anunció la construcción de un oleoducto para unir a la formación geológica de Vaca Muerta, en la provincia de Neuquén, con la localidad de Sierra Grande y el puerto de Punta Colorada, ambos en Río Negro.
Posteriormente, en 2024 y 2025, mediante dos anuncios, se informó sobre el futuro arribo de dos buques de licuefacción de gas natural (Hilli Episeyo y MKII), que anclarán en la zona del Fuerte Argentino, a pocos kilómetros de la localidad de San Antonio Oeste y del balneario turístico de Las Grutas, en Río Negro. Mientras el oleoducto permitirá la exportación del petróleo crudo no convencional, los buques llegarán con el fin de procesar el gas convencional proveniente de la cuenca Austral.
Este despliegue de la infraestructura hidrocarburífera es posible como consecuencia de un cambio legislativo en materia ambiental: la Legislatura de Río Negro derogó la Ley provincial 3308, que protegía al golfo de ciertas actividades extractivas, sin respetar los principios básicos del derecho ambiental, como el principio de no regresión, y sin contemplar la participación efectiva de la ciudadanía, establecido en el Acuerdo de Escazú. Además, el Régimen de Incentivos para Grandes Inversiones (RIGI), reglamentado en la llamada Ley Bases impulsada por el gobierno de Javier Milei en 2024, constituyó también un estímulo para la expansión de estos emprendimientos fósiles, con significativas ventajas para el sector privado.
Voces a favor y en contra
El avance de estas infraestructuras, promovidas gracias a una fuerte articulación entre gobiernos de distintas escalas junto a YPF y grupos privados, se ha producido en un escenario de tensiones entre quienes acompañan estos proyectos y aquellos que los confrontan.
Los sectores que apoyan estas iniciativas lo hacen ante ofrecimientos de empleo y de dinamización del tejido económico-productivo. Ello ocurre sobre todo en localidades como Sierra Grande, severamente golpeada por el desempleo y con una historia de promesas de desarrollo incumplidas.
Quienes se resisten a la instalación de estos proyectos denuncian los riesgos ecosistémicos que pueden ocasionar estas actividades en un territorio oceánico de características casi únicas. En sus demandas claman con fuerza no convertirlo en una zona de saqueo y de sacrificio. Advierten, además, que los negocios de exportación de energía podrán favorecer las ganancias empresarias, al tiempo que los habitantes del golfo podrán verse afectados peligrosamente en un intercambio desigual y desfavorable de naturaleza por progreso económico, en un contexto de agudización de la crisis climática global.
Entre los riesgos ambientales y las expectativas de desarrollo
Las afectaciones ambientales y ecológicas producidas socialmente influyen sobre estructuras previamente existentes de desigualdad. En consecuencia, aquellas poblaciones que ya se encuentran marginadas de diferentes maneras (económica, social y políticamente) son relativamente más vulnerables a los impactos del cambio climático, de la contaminación del aire o del agua y a los problemas de salud, entre otras situaciones.
En este plano, la noción de zona de sacrificio y de dinámicas sacrificiales se relaciona con las preocupaciones cristalizadas por aquellos sectores de las comunidades costeras que denuncian este proceso.
Estos sectores, que se oponen al avance de la frontera fósil hacia el mar, tensionan la perspectiva del crecimiento en clave productivista denunciando la relación y articulación problemática entre ambiente y desarrollo. Las desigualdades sociales entrelazadas con las ambientales podrán, en consecuencia, ser acrecentadas y no revertidas, tal como las ilusiones promovidas por las elites de poder les proponen a las comunidades.
Frente a este escenario, los actores que enfrentan estos desarrollos energéticos en el contexto de una crisis climática sin precedentes elevan sus voces para denunciar afectaciones irreversibles, las vidas no humanas que podrán perderse y las consecuencias ecosistémicas que, en definitiva, serán sufridas por las comunidades que albergarán estos proyectos en sus hogares.