Este gas contaminante es 80 veces más potente que el dióxido de carbono en un periodo de 20 años. ¿De dónde viene? ¿Cuáles son sus efectos? ¿Cómo se monitorea? A pesar de ser poco abordado en nuestro país, el metano está presente y acelera el calentamiento climático, contamina el aire y provoca enfermedades respiratorias.
El metano es el segundo gas de efecto invernadero más contaminante. Es 80 veces más potente que el CO₂ en un período de 20 años y es responsable de más del 50% del ozono troposférico presente en la atmósfera, de acuerdo al Climate and Clean Air Coalition (CCAC). Este contaminante atmosférico causa un millón de muertes prematuras cada año a nivel global y expone a las personas afectadas al riesgo de contraer enfermedades respiratorias graves (agudización de bronquitis y enfisema, iniciación de asma y daño permanente del tejido pulmonar).
En Argentina, más del 60% de las emisiones de metano originadas por las actividades humanas provienen del sector agrícola; un 29% del sector energético —fundamentalmente de fugas en la producción y transporte de petróleo y gas— y el resto (aproximadamente un 7%) de una gestión inadecuada de los residuos y de los más de 5000 basurales a cielo abierto a lo largo de todo el país.
En esta nueva edición de la Revista Pulso Ambiental (°25), especialistas, investigadoras, trabajadores recicladores e integrantes de organizaciones sociales y de comunidades indígenas dan cuenta del alcance del metano y sus efectos en distintas partes del país.
El metano, un problema global sin abordaje a nivel nacional
En términos de instrumentos internacionales orientados a mitigar el metano, la Argentina adhirió al Compromiso Global del Metano en la COP26, en Glasgow, Escocia, comprometiéndose a reducir un 30% de sus emisiones para 2030.
En nuestro país, el metano representa el 32% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Históricamente, la ganadería ha sido la principal fuente: en 1990 representaba el 71% del total, mientras que en 2022 su participación bajó al 60%. Por su parte, se registraron incrementos en sectores como combustibles fósiles (91%) y residuos (116%).
Sin embargo, Argentina todavía no planteó metas sectoriales, no desarrolló un monitoreo sistemático de estas emisiones ni una regulación nacional específica destinada a su reducción.
Por el contrario, profundiza un modelo basado en los combustibles fósiles, que no está alineado con los compromisos climáticos del país. El avance de las emisiones en Vaca Muerta, captadas por Earthworks —una ONG ambiental estadounidense— y denunciadas desde la Confederación Mapuche de Neuquén, expone el rol silencioso del metano en las zonas de explotación de hidrocarburos mediante fracking. Por su parte, el interés por el avance de buques de gas natural licuado en San Antonio Este, localidad de Río Negro ubicada dentro del golfo San Matías, muestra la expansión de la infraestructura para exportar gas fósil, ignorando sus impactos ambientales y sociales y el costo climático de continuar ampliando el modelo fósil.
Las afectaciones al ambiente y a la salud tornan necesario relacionar la reducción de las emisiones de metano con la defensa de los derechos humanos y la emergencia climática. No es casual que se haya convocado recientemente a una audiencia en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para visibilizar este vínculo, reforzando la reciente Opinión Consultiva de la Corte Interamericana de Derechos Humanos sobre la emergencia climática y los derechos humanos.
En esta audiencia, un aspecto clave abordado fue el impacto del sector residuos en las emisiones de metano. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), a nivel global, el 12% de las emisiones de metano proviene de los residuos sólidos municipales. Una gestión inadecuada de los desechos aumenta la cantidad de emisiones. Dada la gran cantidad de basurales a cielo abierto que hay en el territorio nacional —alrededor de 5000—, la Argentina es uno de los países con más emisión de metano proveniente de esta fuente. Esta situación pone aún más en valor el aporte de las personas trabajadoras recicladoras del país, cuya recuperación de residuos urbanos genera impactos positivos tanto sobre el ambiente como también en la vida de quienes realizan la actividad.
Sobre la Pulso Ambiental °25
A través de sus distintos artículos, esta edición de la Revista Pulso Ambiental busca visibilizar el problema del metano en nuestro país, sus impactos en el ambiente, la salud y los derechos humanos; y exigir políticas concretas y orientadas a su reducción y mitigación. Es la vía más rápida para desacelerar el cambio climático y enfrentar a este gas que enferma, desplaza, destruye y mata.
Para lograrlo, no basta con soluciones técnicas. La reducción del metano exige, además, decisiones políticas. Detectar y reparar fugas, capturar emisiones e invertir en compostaje son soluciones válidas y viables, pero no suficientes. Es urgente un cambio de paradigma sobre el modelo de producción actual: reducir la producción y el consumo, abandonar los combustibles fósiles, fomentar la agricultura familiar.
Acciones que permitan asegurar un futuro que tenga como prioridad al ambiente, al clima, a los derechos humanos y a la salud de las personas.