Una travesía por las costas del golfo San Matías, donde avanzan dos proyectos pesados. En cada parada, una historia y un dilema: ¿es posible progresar sin poner en riesgo el equilibrio de la naturaleza?
Por Natalia Gelós
Un ballenato juega con su madre a unos metros de la embarcación. El motor se detiene y ambas permanecen un largo rato. Asoma una cola, las callosidades que las hacen únicas, la punta de la cabeza. Pareciera que la cría intenta llamar su atención. Joaquín Sánchez, el capitán de Rupestre, celebra el golpe de suerte. No es frecuente esa cercanía durante tanto tiempo. La primavera está en su esplendor y las ballenas, desde Viedma hasta Trelew, harán su aparición en cada parada de este viaje. En esa estación, esta parte del mundo se transforma en una especie de criadero de las ballenas francas australes. Estamos en el extremo norte del golfo San Matías, en la Norpatagonia argentina, y el agua es de un azul tan claro que fulgura. A pocos kilómetros de acá, señala el capitán, es donde llegaría el primero de los buques del plan Argentina LNG. De ser así, un titán de 300 metros de largo, que funciona como planta licuefactora flotante, cortará el paisaje y será el primero de al menos otros seis megabuques que planean hacer llegar hasta Fuerte Argentino, cercano a San Antonio Este.
En la embarcación viajan también algunos periodistas y miembros de la Campaña Golfo Azul para Siempre, que durante cuatro días, desde Viedma hasta Trelew, realizaron una intensa travesía en una combi XL para conocer las realidades de quienes viven de y por el mar. Visitaron investigadores, pescadores, comunidades costeras para entender por qué defienden y están en alerta por las posible modificación del entorno en el que viven. Antes de llegar a ese punto hubo que atravesar el puerto de San Antonio Este, donde esperaba un gigantesco buque llegado de China cargado con hierro para el segundo de los dos grandes proyectos que se traman en esta región: el Vaca Muerta Oil Sur (VMOS), que comprende un oleoducto y un puerto para exportar crudo. Ese barco, al lado del gomón en el que avanza el grupo, se ve realmente monstruoso, aunque es cien metros más pequeño que el primero de los que arribarán para el GNL. Las consecuencias de esas bestias en esta zona, que hasta ahora nunca tuvo tráfico de ese tipo, son las que movilizan a muchos a intentar evitar el posible impacto de esos proyectos.