Aunque la Tierra se formó hace unos 4.600 millones de años, la vida tal como la conocemos solo ha sido posible gracias a condiciones específicas, como una atmósfera estable. Esta capa delgada de gases, en su mayoría nitrógeno (79%) y oxígeno (20%), incluye también gases como el dióxido de carbono (CO₂), que juega un papel crucial en el efecto invernadero natural. Este fenómeno mantiene la temperatura media global en 15°C, permitiendo que la vida prospere en el planeta.
Sin embargo, desde la Revolución Industrial, las actividades humanas han alterado este equilibrio. La quema de combustibles fósiles, la deforestación y otros procesos industriales han liberado grandes cantidades de CO₂ a la atmósfera. Según el Observatorio de Mauna Loa, la concentración de CO₂ ha aumentado de 280 partes por millón (ppm) en la era preindustrial a 425 ppm en diciembre de 2024 (Figura 1). Este incremento del 50% en menos de 200 años no tiene precedentes en la historia de la humanidad.
Figura 1. Evolución en la concentración de dióxido de carbono (ppm) en la atmósfera desde 1958 al presente (2024).
Fuente: NASA.
Este aumento de CO₂ ha intensificado el efecto invernadero, provocando un incremento significativo de la temperatura media global (Figura 2), que ya ha subido más de 1°C desde finales del siglo XIX. Los registros muestran que los años más cálidos han ocurrido desde 1980, con temperaturas récord año tras año.
Figura 2. Evolución en la temperatura media global (°C) desde 1880 a 2023.
Fuente: NASA.
Es cierto que a lo largo de la historia de la Tierra ha habido fluctuaciones climáticas, pero lo que estamos viviendo actualmente es distinto. Mientras que las variaciones pasadas se produjeron a lo largo de miles de años, el calentamiento actual es el resultado directo de actividades humanas y está ocurriendo a un ritmo sin precedentes. Los modelos climáticos que incluyen emisiones humanas de gases de efecto invernadero (GEI) reproducen con precisión este patrón de calentamiento, mientras que los modelos basados solo en forzamientos naturales, como las variaciones en la orientación de la Tierra con respecto al sol o erupciones volcánicas, no pueden explicar el aumento observado desde el siglo XX.
Recientemente, se ha difundido un gráfico que muestra temperaturas máximas históricas, sugiriendo que el calentamiento global no es una preocupación actual. Sin embargo, este enfoque es engañoso. Al centrarse únicamente en las temperaturas máximas, se omite la tendencia general del aumento de las temperaturas medias globales, que es el indicador más relevante para evaluar el cambio climático. Las temperaturas medias proporcionan una visión más completa y precisa de las variaciones climáticas, ya que consideran tanto las máximas como las mínimas, eliminando sesgos y ofreciendo una representación fiel de las condiciones globales.
Las concentraciones actuales de CO₂ y el ritmo de su incremento no tienen comparación en los registros paleoclimáticos. Lo que antes ocurría en miles de años, ahora está sucediendo en apenas unas pocas décadas, tal como se muestra en el siguiente gráfico, que registra el incremento de las concentraciones de CO₂ (eje vertical izquierdo) y las temperaturas medias globales desde la era preindustrial hasta 1950 (eje vertical derecho).
Figura 3. Concentración de dióxido de carbono atmosférico (ppm) y temperatura derivados de mediciones de núcleos de hielo antártico.
Fuente: Harris, 2010.
Nota: Las flechas marcan ciclos de 100.000 años.
Negar estos hechos es ignorar décadas de investigación y datos recopilados por observatorios como Mauna Loa y organismos científicos internacionales, como la NASA. Aceptar la realidad del cambio climático causado por las actividades humanas es crucial para abordar esta crisis global. Las medidas necesarias para mitigar los efectos del cambio climático incluyen la reducción de emisiones de GEI, la transición hacia energías renovables y la implementación de políticas de adaptación. Solo así podremos asegurar un futuro más justo y resiliente para todos y todas.
Bibliografía consultada
American Chemical Society. (2010). The Earth’s changing climate. Environmental Science & Technology, 44(20), 7590-7596. Recuperado de https://pubs.acs.org/doi/epdf/10.1021/ac1001492?ref=article_openPDF
Harris, D. C. (2010). Charles David Keeling and the story of atmospheric CO₂ measurements. Analytical Chemistry, 82(19), 7865–7870. https://doi.org/10.1021/ac1001492
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