El inicio de la COP28 estuvo marcado por anuncios ambiciosos por parte de la presidencia emiratí y por promesas de cientos de países de triplicar las energías renovables para 2030, entre otros. La discusión sobre el abandono de los combustibles fósiles en el corazón de un país petrolero sentó también altas expectativas. Tras dos semanas de negociaciones, los textos finales consensuados por las partes muestran una ausencia notable de ambición y compromisos contundentes para una transición en términos de financiamiento y otros medios de implementación. Sin embargo, sientan un precedente inédito en el reconocimiento de los combustibles fósiles como parte del problema del cambio climático en una negociación multilateral.
Por primera vez en casi tres décadas, la necesidad de abandonar los combustibles fósiles estuvo en el centro de las discusiones. Sin embargo, el texto final del Balance Mundial resultante de la Cumbre del Clima en su edición 28 no logró consolidar una salida efectiva de la producción y el consumo de carbón, gas y petróleo, ni estableció quién debe ser la punta de lanza de ese proceso.
Asimismo, las menciones sobre triplicar las energías renovables son válidas, pero quedan sin fuerza y contienen un peligro para Latinoamérica y el Caribe (LAC), si se entiende que sólo se deben reemplazar las fuentes energéticas y no considera el apoyo económico necesario, la transferencia de tecnología y la construcción y desarrollo de capacidades. La sociedad civil expresó su descontento con los resultados de la cumbre en la medida que se aleja del camino trazado por el Acuerdo de París de mantener la temperatura global por debajo de los 1,5 °C.
Habiendo hecho claras referencias a la urgencia por el abandono de los combustibles fósiles y su fundamento científico a lo largo de las negociaciones, Antonio Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas, reaccionó a la aprobación del texto del Balance Mundial en sus redes sociales interpelando “a quienes se opusieron a hacer referencias claras al abandono de los combustibles fósiles durante la COP28: aunque no les guste, el abandono de los fósiles es inevitable. Esperemos que no sea demasiado tarde.”
De cara a las siguientes instancias multilaterales, resulta fundamental reconstruir la confianza y lograr la eficacia del multilateralismo, medio adecuado para alcanzar las decisiones urgentes.
Balance Mundial
El Balance Mundial (GST, por sus siglas en inglés) es una herramienta del Acuerdo de París para evaluar la acción climática que concluyó su diálogo técnico en la Intersesional de Bonn, llevada a cabo en junio de este año, e inició su fase política en el marco de la COP28. El Balance Mundial permitirá evaluar las acciones tomadas en los últimos años, informar la próxima ronda de Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC, por sus siglas en inglés) y determinar los pasos necesarios para alcanzar la meta de 1,5 °C que establece el Acuerdo de París.
El primer borrador del texto que empezó a circular durante la madrugada del 5 de diciembre presentaba un menú amplio de opciones, que dejaba pocos ítems afuera. El componente de financiamiento fue el que generó conflicto entre países en vías de desarrollo y desarrollados durante la intersesional de Bonn y llegó con cuatro opciones de formulación para abordar este tema crucial. Tras reuniones de consulta entre la presidencia de la COP28, a cargo del Dr. Sultan Al Jaber, y las partes durante altas horas de la madrugada, la versión final del texto se aprobó a las 11 de la mañana del 5 de diciembre.
“Hay que reconocer que hay señales importantes por primera vez sobre combustibles fósiles. Hace tan solo un año este tema no estaba sobre la mesa, y hoy vemos un texto que hace referencias a una transición de todo el sistema energético. Está claro el qué, pero aún no hay señales sobre el cómo: no hay direcciones claras sobre el financiamiento de la transición y ha quedado la puerta abierta a muchas falsas soluciones,” afirma Enrique Maurtua Konstantinidis, asesor Senior en diplomacia del Independent Global Stocktake de América Latina.
Para lograr la aprobación del texto el consenso debe ser absoluto, incluyendo a todas las partes. Las declaraciones de los países durante el plenario dieron cuenta de las diferencias que subyacen al consenso logrado trabajosamente. La Alianza de Pequeños Estados Insulares (AOSIS, por su siglas en inglés) fue la primera en levantar la voz. Esta agrupación de islas de baja altitud está entre las más afectadas por la subida del nivel del mar ocasionada por el cambio climático. “Este texto no logra lo que necesitamos. El foco exclusivo en los sistemas energéticos es decepcionante: tememos que nos lleve a un retroceso en vez de hacia delante”, afirmó la representante de la delegación.
Otros países del Sur Global, como Venezuela y Bolivia, también destacaron la falta de diferenciaciones entre países desarrollados y en vías de desarrollo en la implementación de los términos acordados en el Balance Mundial.
Programa de Trabajo de Transición Justa
El Programa de Trabajo de Transición Justa (JTWP, por sus siglas en inglés) se creó en la COP27 con el objetivo de evaluar, diseñar y escalar caminos para lograr los objetivos del Acuerdo de París de forma justa y equitativa, sin dejar a nadie atrás. Aunque desde la sociedad civil y en especial desde el Sur Global se esperaba que tuviera objetivos y accionables claros, estos se vieron reflejados en el texto aprobado esta mañana en Dubai. Se tratará, finalmente, de una serie de diálogos y talleres en los cuáles los países intercambiarán buenas prácticas.
En los primeros días de la Conferencia de las Partes, más de 100 países firmaron una declaración sobre triplicar la generación de energía renovable al 2030. La triplicación de energía renovable requiere financiamiento y representa un paso en dirección a la transición energética justa, siempre y cuando esté ligada a la eliminación progresiva de los combustibles fósiles, se lleve a cabo de forma que no se ponga en riesgo la integridad de los ecosistemas y de la biodiversidad y respete los derechos humanos. Requiere, además, financiamiento por parte de los países con mayores responsabilidades históricas en la crisis climática, transferencia de tecnología y construcción de capacidades.
“En vistas de la aprobación del Balance Mundial, y en relación con el Programa de Trabajo de Transición Justa, hemos vuelto al comienzo. Lo lamentable es que no hay tiempo para seguir conversando, es tiempo de actuar. El Programa debería ser más ambicioso y dar cuenta de cómo se logrará una transición justa, de acuerdo a las necesidades y prioridades de cada país, sin perder de vista las responsabilidades históricas comunes, pero diferenciadas,” sostuvo Camila Mercure, analista de Política Climática en la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN), que participó de la COP28 como integrante de la sociedad civil.
Adaptación
Los países no industrializados, entre ellos los de LAC, necesitan en esta década al menos 400 mil millones de dólares anuales para implementar las acciones de adaptación necesarias. El mecanismo para la adaptación debe ser predecible y equitativo. Más que nunca, contar con suficiente financiamiento para la adaptación es un asunto de vida o muerte para los países más vulnerables al cambio climático. Esta discusión fue parte importante de la negociación del Marco de acción para el Objetivo Global de Adaptación (GGA, por sus siglas en inglés), y un aspecto de división entre los países del Norte y el Sur.
El GGA es fundamental para los países de América Latina, incluida Argentina, en la construcción de resiliencia, reducción de vulnerabilidades y fortalecimiento de las capacidades de adaptación de las personas, los ecosistemas y la subsistencia. También es uno de los puntos más débiles de lo logrado en estas negociaciones. Dentro del Balance Mundial, la presencia de la adaptación es menor y no refleja compromisos concretos. En cuanto al GGA, durante casi dos semanas las discusiones se enfocaron meramente en cuestiones de formas, procesos y gobernanza.
El texto final del Marco para el GGA contiene objetivos vagos y el vínculo establecido entre la nueva meta cuantificable de financiamiento y la adaptación es débil. Además, se estableció un programa de trabajo por dos años para continuar el trabajo.
“El Marco para la Meta Global de Adaptación necesitaba objetivos claros y cuantificables, con indicadores para evaluar su progreso y medios de implementación que indicaran quién y cómo se financiaría el avance,” sostuvo Victoria Laguzzi, analista de Política Climática en FARN. “Esta estructura podría ayudar a países en desarrollo como la Argentina a mejorar sus planes nacionales de adaptación de manera acorde a sus necesidades y prioridades, y con acceso a financiamiento para implementar esas políticas”.
Financiamiento
En la intersesional de Bonn se desarrolló un diálogo técnico de expertos sobre “cantidad, movilización y provisión de fuentes de financiamiento” para avanzar en la definición de la nueva meta colectiva y cuantificada de financiamiento (NCQG, por sus siglas en inglés), que se terminará de definir en 2024.
El 2025 marcará el final de la meta de movilización de 100 mil millones de dólares de los países del Norte Global a los países del Sur Global, la cual al momento no se cumple. Si bien la COP28 marcó algunos avances en lo que respecta a la nueva meta global, queda un largo camino por recorrer: cuánto será, quiénes integrarán la base de donantes y cuáles son las fuentes, entre otras. Lo que sí queda claro es que en estos tiempos, con las necesidades de mitigación, adaptación y pérdidas y daños, se debería hablar de una movilización de trillones de dólares del sector público en forma de donaciones.
Los países del Sur Global, además de tener que abordar la crisis climática a través de medidas de mitigación, pero especialmente de adaptación, y de tener que atajar las pérdidas y daños, poseen una economía debilitada.
También, durante la COP28 hubo un fuerte llamado a transformar de forma simultánea los actuales mecanismos financieros internacionales, que con el sostenimiento de la deuda reducen espacio fiscal y no están alineados con las demandas de acción climática. Esta postura fue ampliamente difundida e incluso aplaudida durante la conferencia.
Finalmente, el pasado martes 12 por la noche salió el último texto borrador sobre la nueva meta global, el cual carece de sustancia pero afirma y deja claro el proceso a seguir: tener un plan de trabajo para marzo 2024, llevar a cabo 3 diálogos técnicos entre las partes asegurando la participación de las no partes también -sociedad civil, pueblos indígenas, comunidades locales y juventudes-, y la consideración de el financiamiento necesario para que todas las partes puedan asistir y asegurar su participación.
El texto no incorpora ningún indicio sobre de cuánto será la nueva meta global, cuáles serán los mecanismos y quiénes serán los que proveen el financiamiento. Estos temas, de suma importancia para la operacionalización de la meta, deberán ser definidos en el 2024.