En un contexto marcado por la crisis climática, avanzar hacia un modelo energético renovable es urgente y necesario. La generación distribuida de energía, entendida como la generación de energía eléctrica a través de fuentes, a pequeña o mediana escala, cercanas a los puntos de consumo, se convierte en una oportunidad para el desarrollo de este modelo.
Además de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), la generación distribuida de energía basada en recursos renovables —como la energía solar, eólica y de biomasa— contribuye a cuatro aspectos clave de la transición energética: diversificar las fuentes y tecnologías del sistema energético, descentralizar su gestión, fomentar la participación ciudadana y asegurar el acceso a energía limpia.
Desde una perspectiva local, la generación distribuida brinda la posibilidad de promover el desarrollo local tanto a partir de nuevos emprendimientos vinculados al diseño, instalación y mantenimiento de los sistemas como en relación con la fabricación de equipos y componentes.
La diversificación de los recursos energéticos utilizados, la posibilidad de desarrollo tecnológico nacional, la creación de cadenas de valor locales, la descentralización de la gestión, y la participación de un mayor número de actores son todos elementos necesarios para construir soberanía energética en la Argentina.
¿Qué sucede con la generación distribuida en la Argentina?
La Argentina promulgó en 2017 la Ley Nacional 27.424 de Régimen de Fomento a la Generación Distribuida de Energía Renovable Integrada a la Red Eléctrica Pública, que habilita a los usuarios a producir energía renovable y conectarla a la red, recibiendo una compensación económica por el excedente generado.
La normativa vigente permite instalaciones de hasta 12 MW, con el fin de fomentar el uso de energía renovable en hogares, pymes, industrias y sectores públicos, permitiéndoles tanto abastecer su consumo como inyectar excedentes a la red.
La Ley 27.424 también contemplaba la creación del Fondo para la Generación Distribuida de Energías Renovables (FODIS), destinado a otorgar financiamiento preferencial a proyectos de este tipo. No obstante, el FODIS fue eliminado en 2023, se diluyó su estructura administrativa y se suprimieron las partidas presupuestarias asignadas.
Figura 1. Evolución por cantidad y potencia instalada

Los casos de las provincias de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe
Este trabajo, realizado por el Centro de Tecnologías Ambientales y Energía, de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, analizó el potencial de generación distribuida de energía de tres ciudades representativas de las provincias de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe: Olavarría, Villa María y Venado Tuerto, respectivamente.
Entre los principales beneficios que se reconocen de este modelo, se destacan:
- La desconcentración de actores dentro del sistema energético, favoreciendo tanto la descentralización de la gestión como la diversificación de recursos y de tecnologías.
- La apertura de oportunidades concretas para el desarrollo local al impulsar cadenas de valor regionales y fomentar la creación de empleo calificado.
- La optimización de los recursos a partir de la proximidad entre producción y consumo.
- La mejora en el acceso a la energía al reducir la necesidad de redes extensas, con una implementación más rápida y a menor costo que contribuya a una provisión de energía más limpia y asequible para sectores históricamente desatendidos.
- La reducción de pérdidas energéticas asociadas al transporte de energía eléctrica.
- La electrificación de los consumos —por ejemplo, en calefacción, agua caliente o cocción—, que incrementa la eficiencia energética, especialmente si se utiliza electricidad proveniente de fuentes renovables.
Desafíos para la promoción de la generación distribuida
A pesar de sus ventajas, la generación distribuida enfrenta múltiples barreras estructurales. En primer lugar, la concentración del poder político y económico en el sistema energético desalienta alternativas descentralizadas.
En segundo lugar, la generación distribuida está ausente del debate público. No existe una discusión social amplia ni una demanda ciudadana activa. La narrativa dominante gira en torno a la expansión de la producción de combustibles fósiles como en Vaca Muerta, a las megarrepresas hidroeléctricas y a las centrales nucleares.
En tercer lugar, y desde el plano cultural, se percibe a la energía como un bien garantizado, ilimitado y desvinculado de sus costos socioambientales. Esto dificulta la valoración de alternativas sostenibles.
El financiamiento también constituye una barrera crítica. Mientras los subsidios a la energía fósil se mantienen, no existen mecanismos financieros accesibles para fomentar la generación distribuida entre usuarios residenciales o sectores vulnerables.
Superar estos obstáculos requiere una transformación profunda del modelo energético y del imaginario colectivo que lo sostiene. Se trata de democratizar las decisiones, visibilizar alternativas y construir un nuevo modelo energético.