Existe un debate a raíz de los diferentes significados que se le asignan al término “Economía Verde”. En la cumbre de Río+20, concretamente en la Cumbre de los Pueblos, sus organizadores y la mayoría de los expositores, mayormente organizaciones territoriales, movimientos populares, campesinos rechazaron el término, prefiriendo “nuevas economías” y otras frases diversas en vez. Sus argumentos se basan en la convicción que detrás de este término, que ellos consideran fue acuñado en “el norte” por grupos empresarios, vendrá otra ola de capitalismo, ahora disfrazado de verde, que impondrá sus tecnologías, procesos, saberes y capitales a las economías emergentes. Temen la mercantilización de la naturaleza. Por otra parte gran parte de las organizaciones empresarias, Naciones Unidas y las empresas mismas abrazaban el término y debatían acerca de cómo transformarse y reinventarse para lograr los cambios que tan urgentemente se necesitan para frenar el cambio climático y la creciente degradación de diversos ecosistemas y recursos naturales.
Lo importante, es que cuando se analiza qué desean ambos bandos, parecería que coinciden en el sueño final: una economía que ponga a las personas y al planeta, primero. Parece haber un dilema para todos los que estamos inmersos en la necesidad de subsistir en un planeta que es cada vez más hostil e inseguro tanto para las personas como para el planeta. Si bien el anhelo “verde” o “sustentable” de muchas empresas no es creíble hasta que los temas “que no se hablan” –las ganancias, los retornos a la inversión, las tasas que cobran los bancos– se discutan y se cuestionen en los ámbitos adecuados.
Comienzan a aparecer empresas que se ponen frenos a sí mismas en lo que respecta a crecimiento y a uso de recursos no renovables. Asimismo, muchos bancos unidos a ONG y Cooperación Internacional tímidamente alientan las inversiones de impacto.
El espectro de empresas y emprendedores que ya abrazan un nuevo modelo es amplio. Va Desde Patagonia Inc, que solo compra algodón orgánico y limita su crecimiento y alienta a no comprar si no es verdaderamente necesario, hasta empresas de impacto de última generación que se conciben para generar transformación y regeneración de vida como Guayaki y Ovis XXI. Sistema B (Benefit Corporations en los EEUU) promueve a este tipo de empresas y de a poco nace un nuevo ecosistema de empresarios y organizaciones que crean un nuevo modelo, productivo y económico, anti consumo, anti crecimiento y de baja huella que comprende la urgencia en la que vive el planeta y la humanidad.