Tanto en la Argentina como a nivel global, más del 85% de la energía que se produce y consume proviene de los combustibles fósiles. Es la energía que utilizamos para cocinar, calefaccionar nuestras viviendas en invierno, iluminarnos por la noche, movilizarnos dentro y entre ciudades, transportar mercaderías y producir todo lo que consumimos, desde lo que comemos hasta lo que vestimos.

El uso masivo de los combustibles fósiles desde hace ya muchas décadas ha generado consecuencias devastadoras para el planeta y la sociedad. Los resultados presentados en el último Informe del Panel Intergubernamental de Cambio Climáticos muestran que las causas del cambio climático responden de manera irrefutable a la acción del hombre y sus actividades productivas, que liberan emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) a la atmósfera. Estas emisiones provienen, en más de un 70%, de la explotación y uso de combustibles fósiles.

En el caso de la Argentina, además de la necesidad de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero del sector de la energía que contribuyen al cambio climático global y evitar los impactos socioambientales negativos en los territorios donde se extraen combustibles fósiles, existen otras motivaciones para transformar el sistema energético. Estas motivaciones se pueden resumir en la necesidad de diversificar un sistema altamente concentrado, no sólo en términos de los recursos energéticos primarios utilizados sino también en términos de los capitales y las tecnologías necesarias para la explotación de esos recursos, los cuales la Argentina dispone sólo en forma parcial.

En este trabajo, publicado en diciembre del 2023, tiene como objetivo el desarrollo de escenarios energéticos de bajas emisiones a 2050 y su evaluación a partir de indicadores de sostenibilidad que permiten un análisis sistémico de sus potenciales consecuencias sobre aspectos socioeconómicos, socioambientales y político-institucionales que puedan derivarse de su implementación.