A partir de la introducción de la soja transgénica resistente al herbicida glifosato en 1996, Argentina ha aprobado 51 eventos de organismos genéticamente modificados (OGM)[1], siendo el maíz, la soja y el algodón los cultivos con más aprobaciones: 29, 14 y 4 respectivamente. El resto de la lista lo completan dos eventos de papa, uno de cártamo y otro de alfalfa.
Mediante la resolución 65/2018[2] se autorizó la comercialización de la semilla de papa resistente al virus PVY (potato virus), producto de Tecnoplant SA, en conjunto con el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Es decir, un nuevo cultivo genéticamente modificado llega al consumo masivo de los argentinos.
Vale destacar que, en el año 2000, Estados Unidos y Canadá habían liberado este tipo de resistencia, pero sólo la sembraron un año debido a que no se obtenían beneficios económicos diferenciales y las grandes empresas procesadoras de papas se negaron a incorporarlas en su cadena de valor.
Otro caso es el del Parlamento Andino – órgano deliberativo de Bolivia, Ecuador, Colombia, Perú y Chile – que prohibió la papa genéticamente modificada en 2006 debido a su inestabilidad y a la contaminación genética consecuente, es decir, el peligro de cruza con plantas convencionales. Sumado a esto, existe el riesgo de mutación del virus PVY, generando nuevos cuestionamientos sobre la efectividad de la resistencia incorporada.
Por otra parte, y acercando cada vez más el consumo directo de OGM en Argentina, en noviembre pasado la empresa Bioceres presentó el trigo HB4. Este evento es tolerante a la sequía y al glufosinato de amonio, herbicida de mayor toxicidad que el glifosato.
El mismo ya fue aprobado por la Comisión Nacional Asesora de Biotecnología Agropecuaria (CONABIA) y el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA), en dos de las tres instancias previas a su liberación mercantil. La etapa que resta para su comercialización es la de mercados, es decir, la aprobación de la Dirección de Mercados de la Secretaría de Agroindustria. El problema es la falta de aprobación en los principales mercados importadores de trigo argentino, en particular la negativa de Brasil.
Vale destacar que hace ya 14 años, Monsanto retiró su solicitud de comercializar trigo genéticamente modificado (resistente al glifosato) en Canadá debido al rechazo de los productores. Una de las grandes controversias que traería la liberación del trigo genéticamente modificado es el riesgo de contaminación cruzada, es decir, fecundar al trigo convencional.
Al respecto del proceso de consulta ciudadana, tal como no está previsto en el marco regulatorio para la liberación[3], en ninguno de estos casos se ha realizado, dónde tampoco se ha dado participación a la Secretaría de Salud, u organismos con competencia similar, para profundizar el debate.
Una vez más enfatizamos la necesidad de la evaluación integral del paquete tecnológico. Es importante destacar que no es sólo la liberación de las semillas sino la incorporación del uso de agroquímicos asociados y su impacto en los recursos como agua y suelo, además de posibles afectaciones a la salud.
[1] https://www.agroindustria.gob.ar/sitio/areas/biotecnologia/ogm/
[2] http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/verNorma.do?id=313224
[3] El marco legal para la liberación de OGM se encuentra disponible en: https://www.agroindustria.gob.ar/sitio/areas/biotecnologia/marco_legal/